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viernes, 15 de marzo de 2019

Hacia un débil gran banco alemán

Logotipos de Deutsche Bank y Commerzbank.


Hace tiempo que la gran banca privada alemana es un desastre. Lo que se suele olvidar dirigiendo los focos hacia la italiana, la griega u otras.
Pero la realidad es pertinaz. Desde la Gran Recesión las dos entidades punteras, Deutsche Bank y Commerz Bank, apenas levantan cabeza. Por eso intensifican ahora los Auspicia la operación el Gobierno federal y su ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, bajo la coartada de buscar campeones nacionales que puedan competir internacionalmente, ya que en el nacional chapotean.
La apoyan algunos grandes fondos norteamericanos como Cerberus, accionista de ambas entidades. Pero otros socios y gabinetes de estudios muestran reticencias.
El reciente giro en la política monetaria del BCE, que augura una prórroga de la era de tipos de interés en torno a cero, o muy bajos, supone un cierto acicate a la fusión.
Y es que la banca en general y las entidades más torpes en particular —como es el caso de ambas marcas alemanas— se muestran incapaces de obtener suficientes beneficios porque les cuesta justificar un margen digno si el precio de la mercancía que manejan, el dinero, es bajísimo.
El punto de partida para la fusión de Commerz y Deutsche es su extrema debilidad, ya prácticamente estructural. Commerz debió ser rescatada en 2009con ayudas de Estado casi iguales a las de Bankia: 18.000 millones.
Pero en aquel caso procedían del Tesoro alemán, que sigue ostentando el 15% de su capital. Commerz renquea (obtuvo una escasa rentabilidad del 3,4% sobre capital, un 8% más que el año anterior), pero pasa la maroma.
El caso del Deutsche es mucho peor. Fue una de las entidades más atrapadas por la crisis de las hipotecas basura en EE UU, ha figurado en casi todas las investigaciones sobre corrupción a grandes bancos —y ha sido reiteradamente multada— por blanqueo de dinero, evasión de capitales, manipulaciones de tipos de interés y demás lindezas. Y llegó a perder en 2015 la friolera de 6.890 millones de euros.
A base de esfuerzos, de despedir a personal (más de 6.000 empleos) y de liquidez artificial (por más de 100.000 millones del BCE), apañó unos resultados positivos de 267 millones en 2018, por vez primera desde 2014.

Un megapuerto para cambiar el Caribe

Grúas en la nueva Terminal de Contenedores de Moín (Costa Rica), estrenada la semana pasada junto al Canal de Panamá. 

Son 40 hectáreas de una isla artificial, 1.000 millones de dólares (885 millones de euros) de inversión y una ambición: cambiar el tráfico marítimo del Caribe. La multinacional holandesa APM Terminals, filial del gigante danés del transporte de carga por mar Maersk, inauguró la semana pasada en Costa Rica un complejo portuario que promete una revolución en el mercado carguero centroamericano. Ubicado junto al estratégico Canal de Panamá, la nueva Terminal de Contenedores de Moín (TCM) permite el atraque de los buques de mayor calado que utilizan este punto del planeta para cruzar entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Las primeras operaciones en la instalación, construida sobre una isla artificial frente a la playa Moín, en la provincia de Limón, comenzaron en noviembre, ocho años después de que el Estado costarricense entregase la concesión a APM Terminals para su explotación durante tres décadas. Tras más de 10 años de tira y afloja con el sindicato de trabajadores portuarios estatales, de objeciones legales, presiones y expectativas del sector privado, y de dificultades técnicas que provocaron atrasos, la compañía holandesa inicia ahora sus servicios con la promesa de generar “un cambio radical en una región estratégica”, según subraya el consejero delegado de APM Terminals, Morten Engelstoft. Tienen probados métodos y tecnologías que, dice el ejecutivo, permitirán a la terminal portuaria colocarse pronto como la más eficiente de América Latina y atraer o generar negocios que podrían impactar en las rutas actuales.
Con esta nueva terminal privada, Costa Rica reducirá de 40 a 15 horas el tiempo promedio de atención de cada barco y podrá dar cabida, sin necesidad de trasbordo, a las operaciones de los buques denominados post panamax, cuyas dimensiones —320 metros de largo y 33 de ancho— les permiten transportar hasta 8.000 contenedores en un solo viaje y no los 2.500 que caben como máximo en las embarcaciones que atracaban hasta ahora en Limón. El acortamiento de los tiempos provocará, también, la reducción de los costes logísticos en el mercado local, proyecta la compañía. Y abrirá una alternativa para las navieras que optan hoy por el icónico Canal de Panamá, una colosal obra de ingeniería que redefinió el mapa mundial de la carga marítima a principios del siglo pasado.
“Se convertirá en un hub centroamericano”, pronostica Engelstoft en referencia al mercado de productos frescos, la especialidad de la empresa holandesa, que maneja la tercera parte de ese trasiego a escala global. Moín podría servir de plataforma para la banana, el café y la piña —de la que Costa Rica es el principal exportador del planeta— que se producen en la región. Pero también para productos médicos que requieren refrigeración y para el comercio de otros bienes. La empresa prevé aumentar en un 285% la cantidad de rutas que llegan a Moín y capturar buena parte de los barcos que transitan por el Canal de Panamá.
“Estoy convencido de que va a llegar nueva inversión”, apunta Engelstoft, en alusión al puerto que APM Terminals abrió desde 2017 en el Estado mexicano Michoacán (Pacífico). “Cuando se hace una terminal como esta, otros negocios entran en el ecosistema alrededor de la terminal. Inyectar 1.000 millones de dólares sin duda desencadena la llegada de más negocios: hoteles, restaurantes, servicios turísticos...”. Su referencia para ilustrar este efecto en cascada es el puerto mexicano de Lázaro Cárdenas, junto al cual se instaló en 2017 una Zona Económica Especial (ZEE) con incentivos que han captado la atención de inversores asiáticos.
La obra en Moín ha dado empleo a 650 personas, pero un estudio prevé que en la próxima década puede generar hasta 147.000 puestos trabajos indirectos. Este efecto, sin embargo, dependerá de que el Estado y otros actores económicos cumplan sus promesas de conectividad vial y ferroviaria, apunta Federico Villalobos, economista experto en infraestructura y socio de Deloitte en Costa Rica. “Esto marca un hito como lo marcó [el fabricante de procesadores] Intel cuando llegó al país en 1997 para instalar un centro de producción de componentes. Pero, a la vez, trae retos institucionales grandes para aprovechar el potencial portuario”, subraya el especialista, consciente de que la infraestructura es una de las mayores debilidades relativas del país centroamericano en términos de competitividad.

Plan contra la pobreza

El Gobierno de centroizquierda de Carlos Alvarado anunció en 2018 el proyecto de un tren eléctrico de carga que conectaría toda la costa caribeña y la zona norte del país, donde hace dos años se estrenó una carretera que lleva casi hasta la frontera con Nicaragua. El plan de desarrollar infraestructura en la vertiente caribeña del país viene de atrás, pues la pobreza, el desempleo y la inseguridad de la provincia Limón superan los promedios del resto del país, pero no ha terminado de concretarse. Hasta ahora. El proyecto no se ha librado de polémica por la privatización del servicio, por el impacto ambiental y por la competencia con el puerto público de Limón sobre el tipo de barcos que este puede atender en adelante. Sin embargo, la apertura de la nueva terminal portuaria supone, además, una buena noticia en momentos de zozobra e incertidumbre para la economía costarricense. La actividad se ha enfriado paulatinamente en los cinco últimos años y la tasa de desempleo ha escalado hasta el 12%, el máximo desde la crisis financiera global, una década atrás.
"El proyecto no se ha librado de polémica por la privatización del servicio, por el impacto ambiental y por la competencia con el puerto público de Limón sobre el tipo de barcos que este puede atender en adelante. Sin embargo, la apertura de la nueva terminal portuaria supone, además, una buena noticia en momentos de zozobra e incertidumbre para la economía costarricense. La actividad se ha enfriado paulatinamente en los cinco últimos años y la tasa de desempleo ha escalado hasta el 12%, el máximo desde la crisis financiera global, una década atrás.
La proyección oficial de crecimiento de Costa Rica para 2019 es del 3,2%, todavía por encima de la media de una América Latina que crece sistemáticamente menos que el resto de bloques emergentes, pero por debajo de las cifras ticas posteriores a la Gran Recesión. El déficit fiscal, en constante aumento en los últimos diez años, y el aumento en la carga fiscal aprobada en 2018 —a pesar de la huelga más larga del siglo en el sector público— para tratar de enderezar el rumbo de las cuentas públicas generan una dosis adicional de inquietud en el sector privado, que no deja de ver en la Terminal de Contenedores de Moín un pequeño gran triunfo para sortear momentos convulsos"

¿En qué provincia es más rentable invertir en una vivienda para ponerla en alquiler?

Entre marzo de 2017 y marzo de 2018, el 8% de una muestra representativa de la población española, encuestada por el portal inmobiliario Fotocasa, declaró que había participado en el mercado inmobiliario como método de inversión. De este 8%, el 82% declaró que compraba para después alquilar la vivienda en algún momento posterior a la compra. Lo cierto es que, si arrendaron su casa el año pasado en la provincia de Ciudad Real, el alquiler les generó una rentabilidad bruta (es decir, antes de descontar impuestos y otros costes) del 9,3%, el nivel más alto de todas las provincias españolas, según la empresa inmobiliaria Solvia.



Bien es verdad que existen barrios o zonas concretas de algunas grandes conurbaciones españolas que superan este nivel, pero, si la mirada se concentra en las provincias (y las ciudades autónomas), Ciudad Real se sitúa en la cúspide de las rentabilidades. Le siguen Jaén (8,3%), Melilla (8,1%), Murcia y Lugo (7,7%), Toledo (7,4%), Cádiz (7,3%), Ávila y Zamora (7,2%), y Badajoz (7,1%), como se puede apreciar en el mapa.

Las peores: Navarra y Gipuzkoa

Si el Banco de España señaló que poner un piso o una casa en alquiler en España el año pasado supuso aprovechar una rentabilidad bruta del 4%, para urbanData Analytics –que realiza periódicamente análisis del mercado residencial para Sociedad de Tasación– este dato ascendió al 8,12% en el cuarto trimestre de 2018. Con el 5,5% anual, Solvia se acerca más al nivel indicado por el regulador. Se trata de una media ponderada, explican desde esta firma de compraventa y alquiler de vivienda, en la que las provincias más pequeñas o en las que se realizaron menos operaciones tienen un peso inferior en el cómputo global. La tendencia es a una ligera disminución con respecto a 2017, cuando la rentabilidad se situó en el 5,7%.
Por debajo de la media de las provincias españolas están Navarra y Gipuzkoa (4%), Bizkaia (4,2%), Álava (4,5%), Madrid (5,1%), Burgos y Zaragoza (5,2%), y Segovia (5,3%). Ciudad Real es también la provincia en la que la rentabilidad del alquiler ha progresado más con respecto a 2017, al registrar un avance del 14,6%. Le siguen Melilla (8,9%), Huelva (8,7%), Cádiz (7,75%) y Almería (7,5%). Por el contrario, las provincias en las que la rentabilidad disminuyó más del 10% el año pasado en relación con el año anterior fueron Burgos (-17,7%), Huesca (-16,7%), Álava y León (-14,8%), Palencia (-14,1%), Lleida (-13,8%), Navarra (-13,7%), Zaragoza (-13,35%), Madrid (-12,85%), Bizkaia (-12,8%), Cáceres y Barcelona (-10,1%), siempre según datos de Solvia, que se pueden consultar en el gráfico.

Hasta el 12% en algunos barrios

De todas formas, al considerar solo las capitales de provincias, el director de comercialización y marketing de la compañía, Josep Manuel Ventosa, señala que Madrid y Barcelona son algunas de las ciudades con las rentas más elevadas de España y con rendimientos muy cercanos al 6% en ambos casos. Pero dentro de las propias ciudades también se perciben diferentes ritmos de evolución según la zona, con barrios en los que se han alcanzado rentabilidades del 12% (como Cerro Amate, en Sevilla, o Poblats Marítims, en Valencia) o del 10% (Malvarrosa, en Valencia, Puente de Vallecas, en Madrid, o Polígono Norte, en Sevilla).
“En términos generales, las zonas más rentables suelen ser los barrios periféricos de las ciudades, ya que es donde el precio de compra suele ser más bajo que en zonas más céntricas, mientras que las rentas de alquiler se sitúan dentro de la media”, explica Ventosa.
A esta poderosa razón, la socia directora de la agencia inmobiliaria barcelonesa Fincas Blanco, Mercedes Blanco, añade otra, es decir, que el área metropolitana de las grandes ciudades gozan de una demanda constante durante todo el año, lo que no ocurre, por ejemplo, en localidades de playa. Al tomar como ejemplo la Ciudad Condal, “la urbe con el alquiler más caro del país”, Blanco señala que localidades como L’Hospitalet, Sant Boi, Cornellà de Llobregat, Esplugues, Sant Just Desvern o Badalona “registran precios de compra más competitivos y arrendamientos con una demanda al alza que arrojan muy buenas rentabilidades para el inversor particular”.

Riesgos

Para la jefa de estudios de Fotocasa, Beatriz Toribio, lo que está emergiendo es “una demanda latente de personas que durante los últimos años no han podido entrar en el mercado por varias razones”. Según datos del portal inmobiliario, “el precio del alquiler no deja de subir desde marzo de 2015, y en 2017 hubo la subida más alta, un 9%”, subraya Toribio, aunque añade que “2018 cerró con un alza del 1,8%, un ritmo mucho más pausado que el año anterior”.
En un entorno de tipos de interés muy bajos, la comparación del alquiler con otros tipos de inversiones es arrolladora en cuanto a rentabilidad bruta. “Los activos inmobiliarios son unas de las inversiones más rentables y seguras en este momento en España”, asegura Blanco. En lo que a riesgo se refiere, sin embargo, Blanco advierte de que no todo vale. “El estado del inmueble es fundamental”, admite. “Cuanto en mejores condiciones esté, mayor será el interés para alquilar el inmueble, mayor será la renta a percibir y menores serán los gastos imprevistos, por lo que se obtendrá una mayor rentabilidad”, concluye.
El menor riesgo de inversión –calculado a través de la monitorización de la oferta y la demanda en el mercado inmobiliario– se registró en el último trimestre de 2018 en la provincia de Granada, por delante de Valencia, Santa Cruz de Tenerife, y La Rioja, según urbanData Analytics.

Los robots no tienen la culpa de los salarios bajos

Un robot carga un pedido de alimentos en Berkeley, California.

El otro día me encontraba en una conferencia hablando del estancamiento de los salarios y el gran aumento de la desigualdad. Hubo debates muy interesantes. Pero una cosa que me sorprendió fue que muchos de los participantes supusieran sin más que los robots constituyen una parte importante del problema, que las máquinas se están quedando con los trabajos buenos, o incluso con los trabajos en general. La mayoría de las veces, esto no se presentaba ni siquiera como una hipótesis, sino como algo que todo el mundo sabe.
Y esta suposición tiene repercusiones reales en el debate político. Por ejemplo, buena parte de la agitación a favor de la renta básica universal proviene de la creencia de que los puestos de trabajo escasearán cada vez más a medida que el apocalipsis de los robots se haga con la economía. De modo que me parece buena idea señalar que, en este caso, lo que todo el mundo sabe no es cierto. Las predicciones son difíciles, sobre todo las relativas al futuro, y es posible que los robots vengan uno de estos días a hacerse con todos nuestros puestos de trabajo. Pero la automatización no es la parte principal de la historia de lo que les ha ocurrido a los trabajadores estadounidenses a lo largo de los últimos 40 años. Es verdad que tenemos un serio problema, pero tiene muy poco que ver con la tecnología, y mucho con la política y el poder. Retrocedamos un momento y preguntémonos qué es, en cualquier caso, un robot. No tiene por qué parecerse a C-3PO, ni rodar por ahí diciendo “¡Exterminar! ¡Exterminar!” Desde un punto de vista económico, un robot es cualquier cosa que utilice la tecnología para efectuar una tarea antes realizada por humanos.
Y en este sentido, los robots llevan literalmente siglos transformando nuestra economía. David Ricardo, uno de los padres fundadores de las ciencias económicas, ya escribió sobre los efectos perturbadores de la maquinaria en 1821. Hoy en día, cuando la gente habla del apocalipsis de los robots, en general no piensa en cosas como la minería a cielo abierto o en la minería de remoción de cimas. Pero estas tecnologías transformaron por completo la minería: la producción de carbón casi se duplicó entre 1950 y 2000, pero el número de mineros del carbón cayó de 470.000 a menos de 80.000.
O piensen en la contenerización de cargas. Antes, los estibadores constituían una parte importante del paisaje en las grandes ciudades portuarias. Pero mientras que el gran comercio mundial se ha disparado desde la década de 1970, la proporción de trabajadores estadounidenses que se encargan del “manejo de cargamentos marítimos” se ha reducido casi en dos tercios.
Por lo tanto, las perturbaciones tecnológicas no son un fenómeno nuevo. Así y todo, ¿se están acelerando? No, según los datos. Si los robots estuviesen de verdad sustituyendo masivamente a los trabajadores, sería de esperar que la cantidad de cosas producidas por cada trabajador restante –la productividad laboral– se disparase. De hecho, la productividad creció muchísimo más entre mediados de la década de 1990 y mediados de la de 2000 que desde entonces.
De modo que el cambio tecnológico es una vieja historia. La novedad es que los trabajadores no están compartiendo los frutos de ese cambio tecnológico. No digo que afrontar ese cambio fuera fácil alguna vez. El descenso del empleo en el sector del carbón tuvo consecuencias devastadoras para muchas familias, y muchas de las anteriores zonas carboníferas no se han recuperado nunca. La pérdida de trabajos manuales en las ciudades portuarias contribuyó sin duda a la crisis de las décadas de 1970 y 1980.
Pero aunque siempre ha habido víctimas del progreso tecnológico, hasta la década de 1970 el aumento de la productividad se tradujo en un aumento de sueldo para la gran mayoría de los trabajadores. Después se rompió la conexión. Y no fue culpa de los robots. ¿A qué se debió esa ruptura? Cada vez más economistas, aunque no todos, coinciden en que uno de los factores clave en el estancamiento de los salarios ha sido la disminución del poder de negociación de los trabajadores, una disminución cuyas raíces son en última instancia políticas.
De manera más obvia, el salario mínimo federal, ajustado a la inflación, ha caído un tercio a lo largo de los últimos 50 años, a pesar de que la productividad de los trabajadores ha aumentado un 150%. Esa divergencia ha sido pura y simplemente política.
El debilitamiento de los sindicatos, que en 1973 protegían a la cuarta parte de los trabajadores del sector privado pero solo al 6% en la actualidad, tal vez no tenga un origen tan claramente político. Otros países no han experimentado el mismo debilitamiento. Canadá está tan sindicalizada ahora como Estados Unidos en 1973; en los países nórdicos, los sindicatos cubren a dos tercios de la población activa. Lo que ha hecho que Estados Unidos fuese tan excepcional ha sido un entorno político profundamente hostil a la organización laboral y afín a los empresarios enemigos de la sindicalización.
Y el debilitamiento de los sindicatos ha cambiado mucho las cosas. Piensen en el trabajo de camionero, que solía ser bueno, pero por el que ahora se cobra un tercio menos que en 1970, con unas condiciones de trabajo terribles. ¿Dónde radica la diferencia? La desindicalización ha sido una parte importante de la historia. Y estos factores cuantificables son meros indicadores de un sesgo sostenido y generalizado contra los trabajadores en nuestra política.
Lo que me lleva de vuelta a la pregunta de por qué hablamos tanto de robots. La respuesta es que es una táctica de distracción, una forma de no afrontar la manera en que nuestro sistema está amañado contra los trabajadores, del mismo modo que el debate sobre la “falta de cualificación” era una forma de desviar la atención de las malas políticas que mantenían alto el desempleo. Y los progresistas, sobre todo, no deberían caer en este fatalismo simplón. Los trabajadores estadounidenses pueden y deberían tener mejores condiciones de trabajo. Y en la medida en que no las están consiguiendo, la culpa no es de los robots, sino de nuestros dirigentes políticos.

Droga dura

Agentes de la Policía Nacional.rn

Era un semanario de sucesos. Se llamaba El Caso. Su existencia fue longeva e infinitos los adictos a sus crónicas de sangre. No sé si se le ocurrió a sus responsables el glorioso lema de que la historia de un país se escribe a raíz de sus crímenes, o si lo acuñó algún sociólogo especializado en truculencia. En cualquier caso, sabían la cantidad (no calidad) de audiencia que desde tiempos ancestrales posee el morbo de los asesinatos, las amenazas, las torturas, los secuestros, la anormalidad, la psicopatía, la sordidez.
Debe de ser reconfortante sentirse amurallado en tu casa o en tu hogar (no es lo mismo, cada vez hay más templos de soledad, más casas, muchas de ellas compartidas con un perro, menos hogares) asistiendo a través de la televisión a tragedias que le ocurren al prójimo. Estremeciéndose, asombrándose, compadeciéndose, pero a salvo del mal en tu castillo, mientras los lobos aúllan fuera y los dragones escupen fuego.
Y los audímetros imponen la mercancía. Me hablan en los informativos y en los magacines matinales del hombre con el pene amputado, la enfermera que ejercía de ángel de la muerte cargándose a no sé cuántos pacientes, las matanzas que filman sus autores en un colegio de Brasil y en una mezquita de Nueva Zelanda, la última imagen en un supermercado de la violada y asesinada Laura Luelmo, el descuartizador de su santa madre, el asesino múltiple que ingería Trankimazin antes de sus degüellos, la chantajista carta que le escribe desde la cárcel El Rey del Cachopo a la madre de su presunta víctima, el depredador sexual de Sevilla contra el que previene la CIA, los dos niños que fueron asesinados por sus padres..., y así hasta el infinito.
Imagino que los programadores cada vez que notan cierto desfallecimiento en su audiencia inyectan esta droga dura con efectos inmediatos. La publicidad se lo agradecerá, saldrán las cuentas, el gran negocio continúa.

Roca Rey, tres orejas y a hombros, un torero bendecido por la afición

Roca Rey, en una chicuelina a uno de sus toros.

Roca Rey es un torero bendecido por el público valenciano, que se ha rendido a sus pies de forma incondicional. Ya puede suceder lo que suceda, bueno o regular, que al joven torero peruano se le celebra todo. Su paso por Valencia es siempre como un vendaval, porque Roca responde con las armas de un toreo fresco, arrojado, personal y versátil. Torero capaz de conseguir que lo superficial se convierta en lo fundamental de sus faenas, como sucedió en esta corrida y como ha sucedido en tantas otras.
Sus dos toros fueron como sendos juguetes en sus manos. Apropiados para facilitar el triunfo, con los que hizo y deshizo como quiso, cuanto quiso y cuando quiso. El primero de su lote, tercero de la corrida, fue un torillo de escasa presencia -como el resto-, una piltrafilla de flojera manifiesta, que pasó por varas en medio de un simulacro de tercio, pero que a la gente se lo trajo al pairo. El toro era lo de menos; lo importante, Roca Rey. Y ahí estuvo. Desde los dos primeros cambiados por la espalda, en combinación con otros tantos por alto, hasta el circular invertido final con los malabarismos y efectos especiales en plena explosión. En medio, una faena en la que las series, la mayoría con la suerte descargada, resultaban incompletas porque al torillo aquel le costaba un mundo tomar el engaño. Y un inspirado “pase de las flores” muy ajustado. Un bendito el toro; y una faena bendecida por el tendido. Muy larga esa faena, tanto que el primer aviso llegó cuando aún estaba toreando. Al pinchazo le siguió una estocada a “topa carnero”, como se decía antaño.
Pero aquel tercero no era más que el aperitivo de lo que vendría en el quinto. Toro más largo de hechuras, pero también limitado de presencia. Ya con el capote Roca tocó a rebato y la faena la levantó con unos estatuarios fuera del tercio, casi en los medios, que presagiaban la traca que fue esa labor. Siempre muy plantado, ideas claras, aprovechó y exprimió la bonanza del toro. Esta faena tuvo también mucho escaparate, pero también retuvo una mayor consistencia. Más sólida, en fin. Y llenando la escena con paseos entre serie y serie, recreándose, que ponían a la gente a punto de caramelo. Lo mejor de lo mejor, una serie con la derecha en redondo, bien enganchada y muy enroscada. Para remate metió en la coctelera una combinación de cambiados a una mano y unas manoletinas con el desprecio final de notable ceremonia y ejecución. Y una estocada, a capón, algo baja, desató el delirio.
Jesús Chover recibió al toro de la alternativa de rodillas y a porta-gayola. Le salió limpio el trance, como también un quite por chicuelinas y dos medias de colofón. Puso voluntad en banderillas, aunque la colocación de los palos no fue la mejor. Y al buen y noble toro lo toreó templadito. Unos naturales a pies juntos puntuaron. Resolvió la papeleta, aunque no arrebatara. La estocada le quedó baja y el posible premio se esfumó. Volvió a marcharse a la puerta de toriles para recibir al sexto y la larga cambiada salió otra vez de notable. En banderillas la fortuna no fue su aliada y con la muleta la enorme voluntad que puso se mezcló con cierta precipitación. Cosas de los nervios.
Los dos toros de El Juli, además de ser, como el resto, impropios de una plaza de primera, no le dejaron estar. O no se entendió con ellos. Su primero salió del caballo hecho unos zorros, para ser en la muleta un fantasma de toro con media embestida y cero emoción. Al cuarto no se sabe lo que le verían, pero lo masacraron en varas y lo dejaron ya para el arrastre. Los intentos de El Juli fueron inútiles y la gente pidió que acabara con aquel sinsentido. En el pecado llevó la penitencia. Tarde muy gris del madrileño.

Todo ha sido orgullo y pasión

Gerardo Vera.

Había dos Españas, una negra y otra en tecnicolor en aquellos años cincuenta del siglo pasado, una de gente derrotada con el hambre a cuestas y otra de vencedores con camisa azul, que también podían ser estraperlistas de esmoquin blanco. Sobre este país aplastado por la dictadura se había abatido Hollywood con toda una lluvia de estrellas. Era entonces Gerardo Vera un niño de 10 años, hijo de un prepotente jefe de Falange, cuya familia adinerada habitaba un viejo caserón en Torrelaguna, patria del cardenal Cisneros. En aquella mansión destartalada la vida le regaló a este niño un primer milagro, que después, ya de mayor, le impulsaría a aceptar como un hecho natural cualquier loca fantasía. En 1957, en tierras de Ávila se estaba rodando la película Orgullo y Pasión, de Stanley Kramer y los protagonistas se alojaron en su casa, la más distinguida del pueblo, convertida también camerino. Gerardo Vera a los 10 años presenció cómo la realidad se transformaba en una ficción. En la misma habitación donde dormía maquillaban para el rodaje a Sofía Loren y a Cary Grant, una visión infantil de la que ya le fue imposible recuperarse. Aquellos seres de carne y hueso ante sus ojos bajo distintos disfraces se convertían en personajes de otro mundo, como sucede con las vírgenes y los santos, a los que visten y adornan, antes de sacarlos en procesión. De hecho, todavía hoy Gerardo Vera no ha podido olvidar los ojos de Sofía Loren, la minuciosa manipulación con que le implantaban las pestañas postizas y tampoco las manos enormes de Cary Grant, que lo levantaron en vilo, ni la figura de un tipo flaco y enteco que era Frank Sinatra sentado en su cama.

Poco después, sus padres lo llevaron a ver en el cine del pueblo El mayor espectáculo del mundo, de Cecil B. de Milley allí el niño en la oscuridad de la sala experimentó por primera vez una extraña y excitante turbación al percibir que no podía apartar la mirada del atractivo varonil de Charlton Heston; en cambio le importan muy poco las bellísimas acrobacias de la trapecista Betty Hutton. Aquella misteriosa pulsión ante la belleza masculina comenzó a inquietarle hasta el punto de pedir a sus padres que lo llevaran al oftalmólogo por si se trataba de una desviación de los ojos. En realidad, el niño había comenzado a ver el mundo y a sentirse el cuerpo a su manera, aunque aún no lo sabía.
Dos años después, en diciembre de 1959, ya no era un extraterrestre de Hollywood, sino el propio presidente Eisenhower quien aterrizó en Madrid con el encargo de abrazar en público al dictador como pago del regalo de las bases y entre el público que abarrotaba la Gran Vía para verlo pasar junto a Franco en coche descubierto había un niño llamado Gerardo Vera con una banderita de las barras y estrellas en la mano. Con otros niños de su colegio lo habían colocado frente al cine Palacio de la Música. En aquella Gran Vía todo era gris, marrón, negro, los abrigos, las bufandas, los sombreros, el uniforme de los guardias, los coches, e incluso el despliegue de aquella parada militar, todo oscuro salvo los colores vivos, rojos, verdes y amarillos de la apabullante cartelera de la película Los Diez Mandamientos, con Moisés y el faraón Ramsés II como dos gigantes en bellísimos dibujos del cartelista Mac, que ocupaban media fachada.
En ese momento Gerardo Vera quedó abducido de nuevo por la realidad de los sueños y comenzó a reproducir carteles llamativos de películas en el cuaderno de dibujo del colegio. La semilla arraigó en su inconsciente y a partir de entonces, ya adolescente, comenzó a cabalgar un caballo imaginario y este impulso lo llevó a convertirse con el tiempo en uno de los principales escenógrafos del cine y del teatro español. Se licenció en Filosofía y Letras con la especialidad Filología Inglesa. Participó en varios grupos de teatro independiente. Aquel joven vástago de una familia franquista se convirtió en un artista contestatario y en medio de la farándula lo encontrabas en todos los frentes contra la dictadura, desde aquel mítico Castañuela 70 del grupo el Tábano hasta El Idiota de Dostoievski que ahora dirige en el María Guerrero. Escenógrafo, figurinista, director artístico, director de escena, director de cine y de teatro, montador de óperas, en Gerardo Vera se ha dado el caso de un talento apasionado que desde aquel cuaderno de dibujos del colegio le ha obligado a ganar espacios hasta apoderarse por completo del mundo del espectáculo.
Pero Gerardo Vera no ha dejado de ser aquel niño deslumbrado por los ojos de Sofía Loren, aupado por las manos grandes de Cary Grant en aquel caserón de los milagros de Torrelaguna. En la película Orgullo y Pasión, actuó de extra sin frase, empujando un gran cañón, un joven llamado Adolfo Suárez. Si este figurante del montón llegó después a presidente del Gobierno, también aquel niño se sirvió de las largas pestañas postizas de Sofía Loren como trapecio para columpiarse y dar a su antojo el tripe salto mortal en el mayor espectáculo del mundo, sin red y sin Charlton Heston.

Trampantojo

Trampantojo


Nadal aborda tocado a Federer

Nadal, tras batir a Khachanov, con un vendaje en la rodilla derecha.

Habrá Nadal-Federer en Indian Wells. O tal vez no. O sí, pero no, porque el triunfo del balear sobre Karen Khachanov (doble 7-6, en 2h 16m) dejó un poso de preocupación e interrogantes. ¿Saltará a la pista este sábado, para disputar las semifinales o no? ¿Será capaz de competir de tú a tú contra el suizo (doble 6-4 a Hubert Hurkacz)? ¿Hasta qué punto debe considerarse la advertencia (una más) de su tendón rotuliano? ¿El hoy o el mañana? ¿Arriesgar o no arriesgar?
Nada más revelador que el rostro del número dos al enfilar la red, al término del partido, para estrechar la mano del rival. Gesto torcido y cabeza gacha, nada del brinco triunfador que suele dejar después del éxito. Esta vez, un apretón y brazos en alto, sí, pero una celebración a medias, escueta y comedida; esta vez, pese al desenlace favorable ante el ruso, el día dejó dolor y angustia, porque la rodilla derecha volvió a avisar y no hay mayor adversario para él.
"Mi carrera se ha dado así. He tenido la mala suerte de jugar muchas veces con dolor, pero no todos los días puedo jugar unos cuartos de Indian Wells", expuso el ganador ante el público, sin entrar del todo en este último percance físico: "Ya he hablado muchas veces de mis lesiones... Estoy feliz de estar en semifinales".
Fue en la segunda manga, poco después de haber enderezado la primera y habérsela adjudicado con mucho temple (7-2 en la muerte súbita). Entonces, Nadal se fue a la silla y solicitó la asistencia médica. Inicialmente se tapó boca con la mano para evitar que trascendieran sus comentarios –vicio muy extendido entre el futbolista moderno–, pero luego llegó la aplicación del vendaje y la cojera creciente, la incertidumbre porque Nadal servía a duras penas y se desplazaba con dificultades, con el temor a que en alguno de esos pasos pudiera producirse un mal mayor.
Sin embargo, pese a la adversidad, el de Manacor fue reponiéndose como solo él sabe hacerlo y volvió a voltear el segundo parcial, anotándoselo de nuevo con una resolución impecable en el tie-break (7-2 otra vez). Khachanov tiene mimbres, pero le sigue faltando colmillo. Lo hizo casi todo bien en el primer acto, pero ni aun así pudo llevárselo; y luego, en la continuación, no pudo con un Nadal tocado que por momentos parecía que podía detenerse y no arriesgar, porque a medio plazo asoma el Edén de la tierra batida y conviene mirar hacia allá.
Tratando de ser precavido, el español economizó esfuerzos y abrevió los puntos a la que pudo moverse mejor para no castigar más de lo debido la articulación. Desbarató una bola de set del ruso y después puso rumbo hacia Federer, 17 meses después. La última vez que se midieron ambos fue en la final de Shanghái, en octubre de 2017, cuando Nadal también compitió dolorido de la rodilla. El de este sábado (hacia las 21.00, Movistar+) será el 39º choque entre ambos, con el histórico a favor del mallorquín (23-15). No obstante, Federer cuenta con un doble aval: domina en los cruces sobre pista dura (11-9) y se ha impuesto en los cinco últimos, cuatro de ellos finales. "No creo que esos cinco partidos importen demasiado, sinceramente. Ha pasado mucho tiempo", había precisado previamente el suizo.
A priori, el tenis asistirá a otra cita de 24 quilates: Nadal-Federer. O tal vez no. La rodilla volvió a hacerse notar. Y no hay señal más peligrosa para Nadal, cada día más cauto. Su futuro depende de ello. "Espero recuperarme bien. Él [Federer] es probablemente mi mayor rival. Es un placer y una gran oportunidad poder competir de nuevo contra él. Espero estar listo para estar al cien por cien", zanjó el español. La otra semifinal (19.00) medirá al austriaco Dominic Thiem contra el canadiense Milos Raonic.

La pobreza se recrudece y acosa al 24% de los catalanes

Una persona sin hogar en el parque de la Ciutadella de Barcelona.

Los brotes verdes que asoman a escala macroeconómica todavía no alcanzan al ciudadano común. La salida de la crisis económica no se refleja en los hogares catalanes y la pobreza, lejos de reducirse, se recrudece en los sectores más vulnerables. El último informe de de ECAS (Entidades Catalanas de Acción Social), que radiografía los indicadores sociales en Cataluña, apunta que un 23,8% de los catalanes están en riesgo de pobreza, una cifra que no ha dejado de crecer desde 2015. La precariedad laboral y en la vivienda también se perpetúa, avisa la organización.
“La pobreza se cronifica y la supuesta recuperación económica no se traduce en una mejora de las condiciones de vida de la población”, zanja el informe Insocat de ECAS. En Cataluña, la tasa AROPE —que mide la población que vive bajo el umbral de la pobreza, las personas con privaciones materiales severas y aquellas familias con baja intensidad de trabajo por hogar— dibuja un panorama poco halagüeño en términos socioeconómicos: en 2017, último año del que se tienen cifras, el 23,8% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión, un porcentaje en alza desde 2015. Entre la población extranjera, las circunstancias de exclusión social alcanzan al 47,7%.

Las privaciones en el hogar también se han intensificado. La mitad de la población catalana tiene dificultades para llegar a fin de mes y los hogares ya destinan más del 30% de su renta a pagar la vivienda o los suministros. Según la vocal de pobreza de ECAS, Teresa Crespo, estos datos indican que la pobreza está empezando a afectar también a las clases medias.
El entorno socioeconómico, con un mercado laboral e inmobiliario “caracterizado por la inestabilidad y el abuso” —sostiene el estudio— tampoco ayudan a reconducir la situación. El 87% de los contratos que se firman cada año son temporales y la tasa de pobreza en el trabajo es del 12,2%.
Las entidades que aglutina ECAS recuerdan que el efecto de los tijeretazos sociales que se ejecutaron durante la crisis aún pasan factura y la reversión total de los recortes sigue pendiente. “La inversión en políticas públicas por parte de la Generalitat ha crecido tímidamente. El gasto conjunto en salud, educación, protección y promoción social y vivienda se redujeron en más de 4.000 millones de euros entre 2010 y 2014, de los que solo se han recuperado 1.800”, apunta el informe. La presidenta de ECAS, Sonia Fuertes advirtió ayer, no obstante, que las políticas sociales deben tener en cuenta que las necesidades sociales son ahora mayores y la vida es más cara, un escenario que requiere, indicó, mucha más inversión social de la que había antes de los recortes.

El cierre de los narcopisos aboca al consumo de droga en plena calle

Dos hombres consumiendo droga en el Raval

Los Mossos d’Esquadra dieron, a finales de febrero, por finalizado el fenómeno de los narcopisos —inmuebles abiertos 24 horas al día donde se vende y se consume droga y se vive— en el céntrico barrio barcelonés del Raval. Los vecinos llegaron a contabilizar más de 70 pisos ocupados por mafias que funcionaban de forma simultánea como supermercados de la droga. Tras la actuación policial, los consumidores y vendedores se han instalado en las calles del barrio.
Ángel Cordero de la asociación Acció Raval lamenta: “La Generalitat está mucho más preocupada por el procés —que creo que es importante— que por los problemas de la ciudadanía y en el Raval, problemas, tenemos muchos”. Cordero mantiene que después de que la presión de los vecinos señalara a los narcopisos, ahora es el turno de las administraciones: “Tienen que atender a los consumidores para que no lo hagan en plena calle y a cualquier hora”. Cordero lamenta el triunfalismo de los Mossos: “Han acabado con una mafia de narcopisos pero otros grupos venden en otros pisos ocupados donde ahora lo único que ha cambiado es que dentro no se consume ni duerme nadie”.
Los clientes de la droga se mezclan con sin techo y otros colectivos en los jardines de Sant Pau, en el Portal de Santa Madrona y delante de la sala de venopunción Baluard donde desde la clausura de los narcopisos se ha duplicado la actividad.
La concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, mantiene que el Ayuntamiento es consciente del problema y ha reforzado la presencia de la Guardia Urbana en el barrio. “Los educadores de salud han tenido que cambiar las rutas para detectar a consumidores que ya no están en los narcopisos. Intentamos que no se concentre la gente en puntos concretos y ponemos en marcha recursos sociales para afrontar la problemática”, mantiene Pin. El Consistorio pretende mejorar la iluminación y rediseñar espacios como los jardines de Sant Pau donde se concentran a diario decenas de sin techo, chatarreros y menores extranjeros no acompañados (Mena). Pese a ello, Pin lamenta: “Ha habido una disminución injustificada de la presencia de Mossos. Estamos ante un problema global que debe tener una respuesta de todas las administraciones y no solo del Ayuntamiento”.
El jueves un grupo de vecinos de Poble Sec se manifestó, junto con concejales de Ciudadanos y el PP, denunciando el aumento de inseguridad en su barrio. “Desde que cerraron los narcopisos del Raval hay más maleantes en nuestro barrio”, lamentaba un vecino. Evitaron, con mayor o menor suerte, pronunciarse sobre las decenas de menas que malviven en la vía pública.
Cordero, de Acció Raval, respondía ayer de forma clara: “Los mena son menores que están viviendo en la calle. La Generalitat tiene que ir, recogerles, darles donde comer, donde dormir y una educación, como niños que son, que no deben estar en la calle. La culpa es de las administraciones que miran hacia otro lado”.
Ayer los Mossos y la Guardia Urbana realizaron un operativo conjunto y clausuraron dos pisos de Ciutat Vella donde se vendía droga. Ya no son narcopisos sino simples puntos de venta. En la operación participaron una decena de policías.
En el Raval todavía recuerdan el pasado 29 de octubre cuando más de 700 agentes se desplegaron de madrugada en el barrio. El operativo, bautizado como operación Bacar, acabó con el desmantelamiento de 26 narcopisos y la detención de 55 personas. Atrás quedaban meses y meses de presión vecinal y de una sensación de inseguridad inasumible en pleno corazón de Barcelona.
Nada más constituirse el gobierno de Quim Torra, el pasado mes de junio, el Ayuntamiento exigió más agentes de los Mossos ante un verano que ya se presumía caliente. Las estadísticas situaban la inseguridad a niveles de la década de los 80. No fue hasta finales de octubre que la operación Bacar segó de cuajo el fenómeno de los narcopisos. Acto seguido, los Mossos pusieron en marcha un nuevo dispositivo de que garantizaba la presencia de Mossos uniformados en las calles del Raval. En febrero, los agentes de la Generalitat dieron por concluido el fenómeno de los narcopisos. Los Mossos declaraban que junto con la Urbana habían clausurado desde abril de 2017 —cuando comenzó el fenómeno— más de 170 narcopisos de los que 104 estaban en pleno Raval. El triunfalismo cayó como un jarro de agua fría entre los vecinos que con, o sin narcopisos, siguen sufriendo las consecuencias del consumo de drogas. Aquellos que vivían, consumían y dormitaban en narcopisos ahora lo hacían en plena vía pública.

Maragall propone hacer 15.000 pisos sociales en dos mandatos

Ernest Maragall, alcaldable por Esquerra.

El candidato de ERC por Barcelona en las elecciones municipales, Ernest Maragall, se marca como objetivo conseguir aumentar en “15.000 pisos el parque de vivienda pública en dos mandatos”. Una cifra que parte de la premisa de que en Barcelona hay suelo para construir 20.000 viviendas a precio asequible, apuntó.
Maragall intervino en el ciclo Matins Cerdà del Colegio de Ingenieros de Caminos de Barcelona y explicó cuáles serán los ejes de su programa en las grandes cuestiones de ciudad. En conjunto, el republicano consideró que a medio plazo Barcelona deberá tener una visión metropolitana y apostó por, igual que en su día Cerdà ideó el Eixample, trabajar en un “plan Cerdà metropolitano”.
El candidato se mostró partidario de tomar medidas drásticas para reducir los coches privados de la ciudad. Criticó que “cada día se produzca una invasión de coches que aparcan gratis” en barrios periféricos; o que la movilidad asociada a la distribución de mercancías compradas por internet no pague tasas específicas. “Hay que abandonar el paradigma del coche en la ciudad. Se acabó”, concluyó y se mostró partidario de extender la pacificación de calles con supermanzanas como la del Poblenou implantada por la alcaldesa Ada Colau.
Como la edil, apostó por invertir en el Eje Besòs, “uno de los territorios que demuestra que estamos en una situación intolerable” en materia de desigualdad. Y también reivindicó recuperar la “autoridad democrática” sobre la gestión del espacio público; y las obras del tramo central de la L9 del metro con presupuesto del Ayuntamiento y ayuda de la Generalitat.

El material de los infiernos

'Mossos d’Esquadra. Els casos de ficció', un libro escrito por varios agentes.

La escena es pintoresca: una joven de rodillas va fregando el suelo como puede. Con ahínco rasca la sangre de las juntas de las baldosas, de la pared, de los pomos… Una semana antes, unos sicarios mataron a dos jóvenes en el interior del piso, en un barrio humilde de El Prat. Al primero le dispararon solo abrir la puerta, en el recibidor. El otro dormitaba en el sofá con su novia cuando le mataron. La novia, que había alquilado una habitación en el piso, recibió un disparo de refilón en el cuello, pero sobrevivió. Pasó en 2017 y fue el último episodio de una espiral de ajustes de cuentas entre narcos.
La dueña del piso tuvo que buscarse la vida, contrató a la joven limpiadora y entre las dos frotaron salpicaduras, tiraron muebles y pulieron azulejos hasta dejar el lugar habitable de nuevo. “Se suelen ocupar empresas privadas al uso de limpiar esas cosas”, explican fuentes policiales, aunque algunas ponen pegas. Como mucho, el policía de turno puede recomendar a alguien de confianza, si es que lo tiene, para ese tipo de encargos. Luego toca volver a vivir, a sentarse en el sofá, a cruzar el recibidor y a mirar la tele una tarde cualquiera como si nada hubiese pasado.
La mujer del piso de El Prat me contó en su día que se planteaba ir al psicólogo. Es difícil que un doble asesinato te deje como si nada, ni siquiera a los policías, que acostumbran a verlas de todos los colores. “Hay expresiones, miradas que no olvidas en tu vida”, dicen fuentes policiales. “El olfato es la memoria que más se mantiene”, coinciden varios investigadores. Con los años y la experiencia… “te acostumbras a no mirar a los ojos a una víctima, a no empatizar con ella, a no querer saber por qué le ha pasado lo que le ha pasado, cómo ha sido, qué ha sentido…”.
Y a pesar de eso, “a veces esas miradas vuelven en los sueños, te persiguen”. Trabajan con la cara más cruda de la realidad, con el material que podría surtir los infiernos. Los asesinatos como el de los jóvenes de El Prat son poco frecuentes, pero no es tan raro un accidente de tráfico con niños atrapados, un suicidio de un cazador que ha usado su arma en casa, o el padre que secuestra a su hijo, lo mata y después se suicida… “Acabas llorando con gente a la que no conoces de nada”, añade otro agente, sobre su trabajo. “Podría escribir un libro” es una frase muy repetida entre los policías.
Un repaso a los últimos títulos demuestra que muchos de ellos lo hacen. Marc Pastor, escritor y miembro de la policía científica de los Mossos, coge la realidad y la ficción en Els àngels em miren (Amsterdam) y las pasea por una Barcelona negrísima. La mossa Anna Choy elige a la violencia de género en Mañana puedes ser tú (Tibidabo Ediciones). Los periodistas Toni Muñoz en Solo tú me tendrás(Península) y Alfonso Egea con 29 balas y una nota de amor (Alrevés) recorren el crimen más rocambolesco de los últimos tiempos: el asesinato de Pedro Rodríguez a manos de su pareja, Rosa Peral, y su amante, Albert López. Los tres eran guardias urbanos. El también periodista Manuel Marlasca explica el caso del pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel Ortiz, en Cazaré el monstruo por ti (Alrevés).
Anna tiene 13 años y mira desde el público con admiración a su padre, José Barroso. Él es uno de policías que ha participado en el libro Mossos d’Esquadra. Els casos de ficció (Alrevés). Se presentó con ilusión al concurso de relatos que convocó la institución y todavía le cuesta creer que su cuento resultase uno de los 14 elegidos. Una historia de robos en casas, ese tipo de delito clásico en España (107.012 el año pasado). “Pura invención”, asegura Barroso sobre su cuento, después de la rueda de prensa en la que se ha presentado el libro. Con el apoyo de la Generalitat, y coordinado por otro mosso y escritor, Rafa Melero, la intención es que el ciudadano pueda extraer consejos de seguridad. Anna ha aprendido algo muy básico al leer a su padre: hay que echar la llave al salir de casa, no vale solo con cerrar la puerta.
La narración de desgracias humanas, los siempre criticados sucesos, acostumbran a tener éxito, da igual en qué formato. Son fuente de información y de inspiración. ¿Pero, por qué? No recomiendo a un periodista de sucesos preguntar mucho al entorno: hay riesgo de deprimirse. “Vamos al cine o al teatro para emocionarnos con las desgracias del prójimo, incluso con violencia de todo tipo. Leemos con pasión relatos de hechos horribles, sean A sangre fría, de Truman Capote, las crónicas de Vasili Grossman durante la Segunda Guerra Mundial o las odas romanas a la aniquilación de Cartago”, escribe el periodista Cristian Segura en su libro La sombra del ombú (Lectio Ediciones). Y recurre al filósofo David Hume para hallar una explicación: “La pasión puede provocar dolor de manera natural, incluso si se la excita con la simple presencia de un objeto real. Pero si esta pasión es pulida, suavizada y apaciguada, trabajada por las artes más delicadas, entonces se convierte en el más elevado de los entretenimientos”.