Los Mossos d’Esquadra dieron, a finales de febrero, por finalizado el fenómeno de los narcopisos —inmuebles abiertos 24 horas al día donde se vende y se consume droga y se vive— en el céntrico barrio barcelonés del Raval. Los vecinos llegaron a contabilizar más de 70 pisos ocupados por mafias que funcionaban de forma simultánea como supermercados de la droga. Tras la actuación policial, los consumidores y vendedores se han instalado en las calles del barrio.
Ángel Cordero de la asociación Acció Raval lamenta: “La Generalitat está mucho más preocupada por el procés —que creo que es importante— que por los problemas de la ciudadanía y en el Raval, problemas, tenemos muchos”. Cordero mantiene que después de que la presión de los vecinos señalara a los narcopisos, ahora es el turno de las administraciones: “Tienen que atender a los consumidores para que no lo hagan en plena calle y a cualquier hora”. Cordero lamenta el triunfalismo de los Mossos: “Han acabado con una mafia de narcopisos pero otros grupos venden en otros pisos ocupados donde ahora lo único que ha cambiado es que dentro no se consume ni duerme nadie”.
Los clientes de la droga se mezclan con sin techo y otros colectivos en los jardines de Sant Pau, en el Portal de Santa Madrona y delante de la sala de venopunción Baluard donde desde la clausura de los narcopisos se ha duplicado la actividad.
La concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, mantiene que el Ayuntamiento es consciente del problema y ha reforzado la presencia de la Guardia Urbana en el barrio. “Los educadores de salud han tenido que cambiar las rutas para detectar a consumidores que ya no están en los narcopisos. Intentamos que no se concentre la gente en puntos concretos y ponemos en marcha recursos sociales para afrontar la problemática”, mantiene Pin. El Consistorio pretende mejorar la iluminación y rediseñar espacios como los jardines de Sant Pau donde se concentran a diario decenas de sin techo, chatarreros y menores extranjeros no acompañados (Mena). Pese a ello, Pin lamenta: “Ha habido una disminución injustificada de la presencia de Mossos. Estamos ante un problema global que debe tener una respuesta de todas las administraciones y no solo del Ayuntamiento”.
El jueves un grupo de vecinos de Poble Sec se manifestó, junto con concejales de Ciudadanos y el PP, denunciando el aumento de inseguridad en su barrio. “Desde que cerraron los narcopisos del Raval hay más maleantes en nuestro barrio”, lamentaba un vecino. Evitaron, con mayor o menor suerte, pronunciarse sobre las decenas de menas que malviven en la vía pública.
Cordero, de Acció Raval, respondía ayer de forma clara: “Los mena son menores que están viviendo en la calle. La Generalitat tiene que ir, recogerles, darles donde comer, donde dormir y una educación, como niños que son, que no deben estar en la calle. La culpa es de las administraciones que miran hacia otro lado”.
Ayer los Mossos y la Guardia Urbana realizaron un operativo conjunto y clausuraron dos pisos de Ciutat Vella donde se vendía droga. Ya no son narcopisos sino simples puntos de venta. En la operación participaron una decena de policías.
En el Raval todavía recuerdan el pasado 29 de octubre cuando más de 700 agentes se desplegaron de madrugada en el barrio. El operativo, bautizado como operación Bacar, acabó con el desmantelamiento de 26 narcopisos y la detención de 55 personas. Atrás quedaban meses y meses de presión vecinal y de una sensación de inseguridad inasumible en pleno corazón de Barcelona.
Nada más constituirse el gobierno de Quim Torra, el pasado mes de junio, el Ayuntamiento exigió más agentes de los Mossos ante un verano que ya se presumía caliente. Las estadísticas situaban la inseguridad a niveles de la década de los 80. No fue hasta finales de octubre que la operación Bacar segó de cuajo el fenómeno de los narcopisos. Acto seguido, los Mossos pusieron en marcha un nuevo dispositivo de que garantizaba la presencia de Mossos uniformados en las calles del Raval. En febrero, los agentes de la Generalitat dieron por concluido el fenómeno de los narcopisos. Los Mossos declaraban que junto con la Urbana habían clausurado desde abril de 2017 —cuando comenzó el fenómeno— más de 170 narcopisos de los que 104 estaban en pleno Raval. El triunfalismo cayó como un jarro de agua fría entre los vecinos que con, o sin narcopisos, siguen sufriendo las consecuencias del consumo de drogas. Aquellos que vivían, consumían y dormitaban en narcopisos ahora lo hacían en plena vía pública.
Nada más constituirse el gobierno de Quim Torra, el pasado mes de junio, el Ayuntamiento exigió más agentes de los Mossos ante un verano que ya se presumía caliente. Las estadísticas situaban la inseguridad a niveles de la década de los 80. No fue hasta finales de octubre que la operación Bacar segó de cuajo el fenómeno de los narcopisos. Acto seguido, los Mossos pusieron en marcha un nuevo dispositivo de que garantizaba la presencia de Mossos uniformados en las calles del Raval. En febrero, los agentes de la Generalitat dieron por concluido el fenómeno de los narcopisos. Los Mossos declaraban que junto con la Urbana habían clausurado desde abril de 2017 —cuando comenzó el fenómeno— más de 170 narcopisos de los que 104 estaban en pleno Raval. El triunfalismo cayó como un jarro de agua fría entre los vecinos que con, o sin narcopisos, siguen sufriendo las consecuencias del consumo de drogas. Aquellos que vivían, consumían y dormitaban en narcopisos ahora lo hacían en plena vía pública.
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