Habrá Nadal-Federer en Indian Wells. O tal vez no. O sí, pero no, porque el triunfo del balear sobre Karen Khachanov (doble 7-6, en 2h 16m) dejó un poso de preocupación e interrogantes. ¿Saltará a la pista este sábado, para disputar las semifinales o no? ¿Será capaz de competir de tú a tú contra el suizo (doble 6-4 a Hubert Hurkacz)? ¿Hasta qué punto debe considerarse la advertencia (una más) de su tendón rotuliano? ¿El hoy o el mañana? ¿Arriesgar o no arriesgar?
Nada más revelador que el rostro del número dos al enfilar la red, al término del partido, para estrechar la mano del rival. Gesto torcido y cabeza gacha, nada del brinco triunfador que suele dejar después del éxito. Esta vez, un apretón y brazos en alto, sí, pero una celebración a medias, escueta y comedida; esta vez, pese al desenlace favorable ante el ruso, el día dejó dolor y angustia, porque la rodilla derecha volvió a avisar y no hay mayor adversario para él.
"Mi carrera se ha dado así. He tenido la mala suerte de jugar muchas veces con dolor, pero no todos los días puedo jugar unos cuartos de Indian Wells", expuso el ganador ante el público, sin entrar del todo en este último percance físico: "Ya he hablado muchas veces de mis lesiones... Estoy feliz de estar en semifinales".
Fue en la segunda manga, poco después de haber enderezado la primera y habérsela adjudicado con mucho temple (7-2 en la muerte súbita). Entonces, Nadal se fue a la silla y solicitó la asistencia médica. Inicialmente se tapó boca con la mano para evitar que trascendieran sus comentarios –vicio muy extendido entre el futbolista moderno–, pero luego llegó la aplicación del vendaje y la cojera creciente, la incertidumbre porque Nadal servía a duras penas y se desplazaba con dificultades, con el temor a que en alguno de esos pasos pudiera producirse un mal mayor.
Sin embargo, pese a la adversidad, el de Manacor fue reponiéndose como solo él sabe hacerlo y volvió a voltear el segundo parcial, anotándoselo de nuevo con una resolución impecable en el tie-break (7-2 otra vez). Khachanov tiene mimbres, pero le sigue faltando colmillo. Lo hizo casi todo bien en el primer acto, pero ni aun así pudo llevárselo; y luego, en la continuación, no pudo con un Nadal tocado que por momentos parecía que podía detenerse y no arriesgar, porque a medio plazo asoma el Edén de la tierra batida y conviene mirar hacia allá.
Tratando de ser precavido, el español economizó esfuerzos y abrevió los puntos a la que pudo moverse mejor para no castigar más de lo debido la articulación. Desbarató una bola de set del ruso y después puso rumbo hacia Federer, 17 meses después. La última vez que se midieron ambos fue en la final de Shanghái, en octubre de 2017, cuando Nadal también compitió dolorido de la rodilla. El de este sábado (hacia las 21.00, Movistar+) será el 39º choque entre ambos, con el histórico a favor del mallorquín (23-15). No obstante, Federer cuenta con un doble aval: domina en los cruces sobre pista dura (11-9) y se ha impuesto en los cinco últimos, cuatro de ellos finales. "No creo que esos cinco partidos importen demasiado, sinceramente. Ha pasado mucho tiempo", había precisado previamente el suizo.
A priori, el tenis asistirá a otra cita de 24 quilates: Nadal-Federer. O tal vez no. La rodilla volvió a hacerse notar. Y no hay señal más peligrosa para Nadal, cada día más cauto. Su futuro depende de ello. "Espero recuperarme bien. Él [Federer] es probablemente mi mayor rival. Es un placer y una gran oportunidad poder competir de nuevo contra él. Espero estar listo para estar al cien por cien", zanjó el español. La otra semifinal (19.00) medirá al austriaco Dominic Thiem contra el canadiense Milos Raonic.
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