Los estrenos de la compañía Gelabert-Azzopardi desde siempre reúnen a gente interesante y culta, que son fieles al estilo de esta compañía. Un grupo de personas que se convierte en un centro energético, donde artistas y público confluyen en un río invisible de espiritualidad y vida. Esa es la magia que desprenden las creaciones de Cesc Gelabert. Y volvió a ocurrir en el estreno de Nom, la última idea del bailarín y coreógrafo catalán, que él mismo ejecuta junto a su equipo habitual. Una creación, que según palabras del propio autor no tiene jerarquías y que nace de la sincronizada improvisación de todos los artistas participantes. Esta inspiradora pieza que debe su nombre a la forma en que percibimos y recordamos el nombre de las cosas se ofrece en la Sala Petita del TNC hasta el domingo.
Antes de empezar la función Gelabert explicó en breves palabras que volvía a este tipo de espectáculos porque se sentía muy seguro del equipo que le rodea ya que con él podía realizar una aventura de estas características. Nom, de 70 minutos de duración, es una obra en la que cada uno de sus elementos es vital para su desarrollo. Así la descriptiva y evocadora música de Borja Ramos, interpretada en directo por el propio compositor, envuelve al público en una atmósfera cálida e intensa en ocasiones o metálica y árida en otras, que traslada la imaginación del espectador a parajes desconocidos. Por su parte Lydia Azzopardi, junto a Paulette San Martín, aprovechando diseños del fondo del vestuario del TNC, han creado unos coloristas e impactantes trajes, que transforman a los bailarines en figuras inquietantes o en sofisticados modelos. La secuencia de las tonalidades en rojos resultó espectacular al igual que la imagen, al principio, cuando Gelabert con paso majestuoso y ataviado con una máscara y una gran capa de múltiples colores y una larga cola, sostenida por un solemne Toni Jodar, atravesó la escena para adentrase en el patio de butacas. Esta secuencia remitió al público a Ki (2010), la pieza que nació de la colaboración del coreógrafo y Fredèric Amat, tras viajar juntos a Japón.
En cuanto a la interpretación, Gelabert ha contado con unos bailarines de primera: Samuel Delvaux, Rober Gómez, María Andrés y Junyi Sun, a los que se suma el autor. Cada uno de ellos tiene una personalidad física e interpretativa muy diferente lo que convierte al baile de esta pieza en poliédrico. Los solos y el trabajo coral se entrelazan de forma continuada en una especie de sinfonía de expresivos gestos, convulsos o armónicos, y dinámicas frases coreográficas no exentas de humor. Mención especial merece la alada bailarina María Andrés. Cesc Gelabert, a sus 66 años, demostró una excelente forma física.
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